¿Hay alguien ahí?
Por: Vera Waipan.
-¡Vamos chicas, a levantarse que en quince minutos
salimos!
La voz de mi mamá nos estaba llamando a mi hermana y a mí porque nos
habíamos quedado dormidas.
Hacía un tiempo, mi familia y yo habíamos ido de
vacaciones a un pueblo que casi nadie conocía: Storybrooke.
Antes de emprender el viaje, decidimos dormir una
siesta para poder luego disfrutar el paisaje. Después de casi dos horas, salimos.
El paseo no duró mucho, pero nosotras teníamos
mucha expectativa y curiosidad sobre ese pueblo.
Storybrooke, era un pueblo solitario y viejo. No
sabíamos por qué, pero ese lugar nos producía un extraño escalofrío. Al llegar
a la casa que nuestros padres habían alquilado, nos pusimos a recorrerla. Era
casi una mansión: tenía dos pisos, seis
habitaciones, cuatro baños, una cocina, un comedor y por último, un desván. Nos
parecía una maravilla, había tantas cosas por descubrir… pero en ese momento
nos llamaron a la mesa.
Luego de la cena, seguimos explorando hasta que
decidimos entrar al desván. Mientras tanto, nuestros padres habían ido a
comprar helado para el postre. Estaban tardando más de lo usual.
En el altillo, había mucho polvo y telas de araña,
velas, un espejo y varios baúles que parecían vacíos. En uno de ellos, había una
caja con un juego de mesa. Adentro, un tablero con las letras del abecedario y
una lupa. Después de pasar un rato inspeccionando, nos sentamos en una manta y
empezamos a jugar. Algo nos estaba diciendo que ese juego iba a provocar una
tragedia. Leímos las instrucciones. En el juego había que hacer preguntas, así,
la lupa se movería y nos mostraría las respuestas.
—Che, ¿jugamos?— preguntó mi hermana contenta y
emocionada.
-Mmm, no sé, no me gusta este juego.
-¡Dale, no seas amarga!
-Bueno, pero si pasa algo,
te haces cargo vos.
-Sí, sí. Dale, arrancá.
Empezamos a jugar, pero algo nos detuvo: en el fondo de la caja había una nota que no habíamos
visto. Decía: “Para poder empezar a jugar tienen que preguntar: ¿Hay alguien
ahí?”. Un poco desconcertadas y con miedo. las dos juntas dijimos:
-¿Hay alguien ahí?-
Hubo un silencio… Y, de repente, se apagó la luz. Desesperadamente,
buscamos las velas y los fósforos que habíamos visto en
uno de los cajones y decidimos a salir. Pero al llegar a la puerta, encontramos
que estaba cerrada. Volvimos al juego y repetimos:
-¿Hay alguien ahí?
Hubo otro silencio y miramos al espejo que estaba
frente a nosotras. Un espectro sin rostro que comenzó a gritar sin
parar, y en un abrir y cerrar de ojos estaba a nuestro lado.
Sus gritos se mezclaron con los nuestros, todo era
confusión y espanto. Nos abrazamos y el espectro puso su cara tan cerca de las
nuestras que podíamos sentir su oscuridad. En
esa penumbra, sacó un cuchillo y…
De pronto, estábamos en nuestra habitación, la de
siempre. Saltamos de la cama, nos miramos sabiendo que habíamos compartido un
mismo sueño. Todo había sido tan real…¿Qué significaba el espectro sin rostro?
¿Cómo era posible que las dos hubiéramos soñado lo mismo?...
La voz de mamá terminó de aterrarnos:
-¡Vamos chicas, a levantarse que en quince minutos
salimos!
Nos estaba llamando porque nos habíamos
quedado dormidas…
¡Muy bien, Vera!
ResponderEliminarMuy lindo Verá!!todavía siento el aliento del espectro en la frente.
ResponderEliminarMuy lindo Verá!!todavía siento el aliento del espectro en la frente.
ResponderEliminar